Oratoria
Política, ética y corrupción
Quiero comenzar, compartiéndoles una anécdota que viví hace unos
días, estando aquí en la Universidad de Panamá. Me encontraba en el
Kiosco La Bendición, el cual conocemos
como Aleluya. Compro un jugo que costó 50 centavos. Pago con 5 dólares y recibo
a cambio 8 dólares con cincuenta centavos. Estando ya lejos me percaté de esta
situación. Se trataba de un dinero que no me pertenecía. De pronto vienen a mi mente todas las
consecuencias. Inmediatamente devolví lo que estaba de más. La muchacha, con una sonrisa,
me da las gracias y yo… ¡Me sentí tremendamente bien!
¿Cuál es la
moraleja de esto, señoras y señores?
Los escándalos de la corrupción están publicados por todas partes. (Odebrecht,
Panama Papers, Blue Apple). Casos que quedan en nada, a pesar de que la
población tiene sed de justicia, no se le da un castigo a los corruptos, pero
yo como joven estoy preocupada por el futuro de mi país, por eso aprovecho
estos minutos para dejar una semilla plantada en la conciencia de todos.
¿Cuál es
esa semilla contra la corrupción? Y que
de paso, nos dotará de ética en todos los niveles políticos, sociales y
económicos.
El rescate de los valores: especialmente la honestidad y el respeto, sumados a una
verdadera educación integral. La honestidad
como principal lanza
que combata la corrupción, la cual hay que arrancar de raíz, y que a su vez, este
valor traerá mejores ciudadanos, éticos en cuerpo y alma.
El respeto es el escudo que blindará nuestra honestidad. Y aquí
quiero usar un ejemplo de qué es respeto. Es algo que se lleva en la sangre,
así como respetamos a nuestra madre, padres e hijos siendo incapaces de infringir
contra el bien de ellos, ¡así debe ser también hacia los bienes públicos y privados, las leyes y
los derechos de todos los demás. Con esto, pensando en las raíces del monstruo, nadie aceptaría
que le compren el voto, ni por dinero ni por bloques ni cemento, ni mucho
menos recibiría una coima, en fin.
Y es que señoras y señores, en este país la mayoría ha hecho del juega vivo un estilo de vida, de tal
modo que para darle una armadura
a todos los ciudadanos necesitamos una
verdadera educación integral, es decir, la que se adquiere desde el
hogar y se perfecciona en las aulas de
clase.
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